Este paisaje que eres
Tener la certeza del mejor lugar, la seguridad de un paisaje hermoso, es tener un rumbo definido, es saber hacia dónde ir sin titubear, llevar dirección, o mejor aún, sentirse lleno de sentido. Es dar pasos seguros y concisos y constantes y precisos y sonantes. Es entender el camino, es tener el camino, es el camino. Es olvidar lo caminado anteriormente, reescribir lo andado, redibujar las líneas sobre mis propias huellas, es desandar lo recorrido, desaprender lo aprendido al caminar. Es abrir nuevas rutas hacia distintos destinos, pero destinos deseados. Es la brecha que sale del corazón y vuelve directo a él. Es la trayectoria del cometa que uno se vuelve con todo y su luz y toda su majestuosidad. Es el vuelo de la flecha lanzada hacia el centro de la diana. Es el atajo más corto hacia cualquier parte. Es la guía más completa hacia la nada. Es el tiempo de moverse sin equivocarse. Es la estrella del oriente en cada noche y en cada mañana y en cada cielo. Es la brújula increíble que además de dirección indica tiempo. Es la pista que te lleva a descifrar el acertijo y es el mismo acertijo sin respuesta y la respuesta de cada acertijo. Es la mecha directa que hará estallar cada explosivo. Es la luz de bengala más intensa en el bosque más oscuro que he visto. Es el cauce del río hasta un delta y es el delta que une todos los ríos y desemboca en cada mar de cada tierra. Es cada tierra y cada mar al que hemos ido. Es todo lo que conoceremos y además es todo lo que conocimos. Es desaparecer toda distancia en kilómetros para empezar a creer en la distancia en destinos. Es destino.
Yo aprendí el mapa antes de recorrer cada uno de sus caminos e imaginé cada trayectoria. Me imaginé siendo el viajero, el viajante, el explorador, el caminante, el buscador de tesoros, el investigador, el descubridor de lugares y territorios, el marino, el navegante, el piloto, el pasajero, el capitán, el comandante. Me imaginé siendo todo en cada una de sus partes y supe que ya sabía el mapa sin recorrerlo, desde antes. Aprendí cada lugar y sus texturas, aprendí cada relieve y sus figuras, las hondonadas, las dunas, las montañas con niebla y sus bosques con bruma, sus desiertos sin nadie, todas sus lagunas, sus océanos, sus mares, sus ruinas, sus tundras, sus sabanas, sus valles, sus volcanes, sus junglas. Yo aprendí el mapa de memoria con cada una de las lunas que lo orbitan y las estrellas que lo alumbran.
Eres mapa y camino. Tierra y recorrido.
El paisaje que es tu cuerpo y alma es el mejor de los paisajes, me llena los ojos de colores vivos y de ilusiones más vivas, me llena la boca de palabras hermosas y de besos interminables y me llena el corazón de sangre nueva y de latidos incesantes. El paisaje que es tu sonrisa es el que provoca mis alegrías y el paisaje que es tu alegría es el que provoca mis sonrisas. El paisaje que son tus ojos y todo el futuro que les cabe adentro es el paisaje de mis ojos y de todo el pasado que ya no ensombrece mis miradas. El paisaje que es tu pecho con el corazón adentro, vivo, latiendo, es el paisaje que pone a trabajar el mío, la combustión externa en mi motor interno. El paisaje que son tus piernas que te llevan a mi lado y tu mano que sostiene la mía, es justo en donde quiero ir. El paisaje que es tu espalda que sostiene tu frente en alto, sostiene también en alto mi deseo de abrirte nuevos caminos y borrarte los pasados.
Es entonces cuando eres el mejor de mis paisajes.
El más deseado de mis viajes.
Sentirse dueño de extensiones interminables, de una tierra tan frágil y fuerte y fértil, es como sentirse dueño de la misma tierra, y esa es una emoción y luego una sensación y luego una pasión indescriptibles, todas en la misma medida de maravilla.
Yo, sin saberlo, me iba dirigiendo hacia tus tierras, hacia tu piel que me esperaba siempre, hacia tus ojos que siempre me miraron, hacia tu boca que siempre supo mi nombre, hacia tus pasos que siempre me siguieron, hacia tus labios que siempre me besaron, hacia tu luz que siempre me alumbró, hacia tu sombra que no era un fantasma, hacia tus manos que siempre me tocaron, hacia tu voz que siempre me llamó, hacia tu centro que ahora es mi centro, hacia tu camino que siempre fue el mío.
Mis recuerdos tuyos son mi mejor lugar. Mis ilusiones contigo son mi mejor lugar. Ahí quiero vivir, y es ahí también, donde quisiera morir.
Tu camino hacia mí. Tú, camino hacia mí.
Cada quien tiene el paisaje que se atreve a imaginar.